Eivissa, la capital vanguardista de la isla, es una ciudad portuaria con impresionante marina y arquitectura exquisita. Con su amurallado casco antiguo de origen fenicio – Dalt Vila – y su necrópolis púnica – Puig des Molins – declarados Patrimonio de la Humanidad por UNESCO, esta ciudad es realmente única. Pequeña, pero con sobrada personalidad, es conocida en todo el mundo por su bohemio estilo de vida y colorida vida nocturna.
Un imán tanto para intelectuales y políticos como para artistas y excéntricos, Eivissa lo tiene todo…
Sant Rafel de sa Creu, declarado “Zona de Interés Artesanal”, donde antiguas técnicas artesanas se conservan y se pasan de generación en generación. En este céntrico pueblo trabajan y venden sus productos algunos de los mejores ceramistas de Eivissa.
Sant Rafel también atrae a los amantes de la hípica que disfrutan de carreras de trotones en el hipódromo o visitan la impresionante y premiada yeguada –Los Olivos-. Para el resto, una iglesia con vistas espectaculares, manantiales de agua fresca y excelentes restaurantes.
El diminuto pueblo de Sant Llorenç de Balàfia en el interior del norte de Eivissa, es visitado y preciado tanto por los aficionados al picnic como por los amantes de la buena mesa. Pero si lo que busca es cultura, está en el lugar idóneo.
Siguiendo el camino detrás de la imponente iglesia del siglo XVIII alcanzará el Conjunct de Balàfia, un perfecto ejemplo de un poblado rural de origen árabe con torres de defensa destinados a proteger contra ataques piratas…
Sant Joan de Labritja es un pequeño y tranquilo núcleo urbano en el norte de la isla, poco afectado por el turismo. Su iglesia del siglo XVIII es una excepción arquitectónica y más similar a los templos de la península. Construido sobre una cuesta, las estrechas y empinadas calles peatonales adornadas con macetas de plantas y flores añaden a su encanto.
Cada domingo, durante todo el año, este pequeño pueblo se despierta al son de la música cuando el Mercadillo Artesano se instala en él.
Por otro lado, con su ambiente variopinto, el mítico bar restaurante Ca n’Anneta es para muchos, lugar de congregación y parada obligada. El aroma de tapas y licor de hierbas caseras atrae a propios y extraños de todos los rincones.
En el corazón de la isla, Santa Gertrudis de Fruitera con su imponente iglesia en la plaza y centro peatonal del pueblo, podría describirse como uno de los pueblos más pintorescos de Eivissa.
Bien cuidado y con encanto bohemio, la armonía de sus fachadas añada al atractivo de este pequeño enclave ibicenco. Los abundantes restaurantes, tiendas artesanales y de moda, aseguran un ambiente colorido todo el año.